Shaira Selena Méndez |
Por:
JOSE OSCAR FAJARDO
Cuando leí por primera vez Cien años de soledad y en el
camino de la lectura me encontré con Remedios la Bella, de pronto el personaje
más fantástico de todo lo fantástico que puede tener la narración, jamás pasó
por mi cabeza que en el mundo de las realidades de carnes y de huesos que
pueblan La Tierra, fuera a encontrarme con un personaje admirable y abrazable y
más bello que Remedios la Bella. Se llama Shaira Selena Méndez, la niña que
ganó el concurso Factor XS 2011 de la televisión colombiana.
Y es que hay una coincidencia con Remedios la Bella y Shaira, que a la hora de la verdad no es coincidencia sino una simetría de valores y una equivalencia de fuerzas en ellas, y esas son las fuerzas que gobiernan el universo. El 22 de diciembre en la noche, mientras yo recibía el primer galardón del Concurso Departamental de Periodismo “Luis Enrique Figueroa Rey”, en la modalidad de Mejor Columna de Opinión, que otorga anualmente la Gobernación de Santander, La Hija de la Luz, así he bautizado yo en mis escritos periodísticos a esta moderna Remedios la Bella, Shaira Selena Peláez, también se ganaba un galardón nacional. Shaira nada tiene qué ver con el Macondo de García Márquez sino con Barbosa Santander, aquella villa hermosa que, por aquellos avatares del destino, nos vio nacer. De allá somos. Recuerdo tanto que un colega periodista de la cadena organizadora me llamó varias veces para preguntarme ¿Cómo va lo de tu chica de Barbosa, cómo va lo de Shaira Selena? Parece que va a ganar, me decía. Yo qué sé hombre, le contestaba, si yo estoy aquí de la lengua en lo de los premios de periodismo. Averigüe usted y mejor llámeme dentro de un ratico, le decía.
Y es que hay una coincidencia con Remedios la Bella y Shaira, que a la hora de la verdad no es coincidencia sino una simetría de valores y una equivalencia de fuerzas en ellas, y esas son las fuerzas que gobiernan el universo. El 22 de diciembre en la noche, mientras yo recibía el primer galardón del Concurso Departamental de Periodismo “Luis Enrique Figueroa Rey”, en la modalidad de Mejor Columna de Opinión, que otorga anualmente la Gobernación de Santander, La Hija de la Luz, así he bautizado yo en mis escritos periodísticos a esta moderna Remedios la Bella, Shaira Selena Peláez, también se ganaba un galardón nacional. Shaira nada tiene qué ver con el Macondo de García Márquez sino con Barbosa Santander, aquella villa hermosa que, por aquellos avatares del destino, nos vio nacer. De allá somos. Recuerdo tanto que un colega periodista de la cadena organizadora me llamó varias veces para preguntarme ¿Cómo va lo de tu chica de Barbosa, cómo va lo de Shaira Selena? Parece que va a ganar, me decía. Yo qué sé hombre, le contestaba, si yo estoy aquí de la lengua en lo de los premios de periodismo. Averigüe usted y mejor llámeme dentro de un ratico, le decía.
Ya densa la noche, el cielo de Barbosa se llenó de
resplandor y quedó iluminado como en las fiestas del Espíritu Santo, o como si
hubiera ocurrido un diluvio de centellas. Por eso bauticé a Shaira “La hija de
la luz”. La gente que había sufrido durante todas las noches eternas que duró
el concurso, y que veían con incertidumbre el triunfo de la niña por la enorme
calidad artística de los participantes, ahora estallaban en llanto de la
emoción que produce ver con sus propios ojos que lo que parecía uno de los
cuentos de las mil y una noches, o una historieta emanada de la lámpara de
Aladino, ahora y sin lugar a ninguna duda, ahora era pura realidad. Shaira
Selena había ganado el galardón nacional. Había ríos de gente en todas las
calles de la ciudad, y la pólvora, las mechas y las martinicas dibujaban en las
sombras de la noche hologramas de felicidad. A mí nadie me va a creer que
mientras yo recibía mi premio de mejor columnista, estuviera totalmente abstraído
pensando en el triunfo de Shaira, y voy a explicarles por qué.
YA LO HABÍA IMAGINADO
La niña Shaira, durante el Factor X |
La tarde que visité a Shaira, y…obvio, a la familia de
Shaira en su casa del callejón de la emisora Buenas Nuevas allá en Barbosa,
descubrí que no me había equivocado en el perfil del personaje que había
imaginado que era la niña en la realidad de sus sueños, de sus días y de sus
noches. Ella era así, exactamente como yo la había elaborado en mi cerebro a
partir de sólo verla en la televisión. Sin hablar con ella. Una niña
extremadamente despierta y locuaz pero con cierto grado de timidez. ¿Por su
edad? Tal vez. Ocho años son muy pequeñitos y una edad muy tierna e inocente
para digerir y comprender, qué es lo que está pasando alrededor de una
personita menudita de la que todavía en su boquita pernoctan sus dientecitos de
leche. Me produjo una honda ternura
cuando la abracé para felicitarla y mis ojos se nublaron de lágrimas. Pues en
mi vida de periodista había entrevistado a candidatos a la presidencia, a
reinas de belleza, a políticos de todas las tallas y de todas las pelambres, a
deportistas famosos o sin haberlo sido nunca, y a todos los personajes que
usted quiera imaginar. Pero nunca a una persona tan especial.
Tengo que confesarles que me costó algo de trabajo abordarla, puesto que cuando le formulaba una pregunta, de pronto a mí se me olvidaban las limitaciones de ella por su niñez, y entonces empezaba a sacudir sus manitos como si las hubiera metido en agua caliente y a la vez como queriéndome decir: “barájemela más despacio”. Al mismo tiempo me dejaba ver la ausencia de sus dientecitos en una sonrisa obligada de nervios. Así hizo cuando le pregunté, Shaira ¿Tú sabías la magnitud de lo que estabas haciendo en el momento que te declaraban ganadora del concurso? Entonces sacudió sus manitos como pidiéndome auxilio, pero no obstante me dijo: “Yo estaba muy contenta de estar en el escenario porque desde cuando yo estaba pequeñita siempre soñé con estar en un escenario y ser reconocida por todo el mundo”. Siempre que yo le dirigía una pregunta, a pesar de que se ponía nerviosa por las respuestas que debía dar, me dejaba perplejo su facilidad de expresión. Tiene una vocalización perfecta de lingüista y un tono de voz que para su edad, es un prodigio de la naturaleza. Yo miraba a Shaira y no sé por qué persistía en mi mente la figura de Wolfang Amedeus Mozart, tal vez el genio más grande de la música. De golpe porque Mozart a sus siete años era ya director de orquesta en su tierra natal Salzburgo, y en Viena, en ese entonces capital del imperio Romano-Germánico, y Shaira a sus ocho diminutos años, la veía así por lo menudita, se tomaba a Colombia con ambas manos como un trofeo celestial por su proeza artística.
Me contó que aprendió a cantar en su casa pero que alimentó su vena artística en el kínder de la escuela pública allá en Barbosa donde participaba en todos los concursos y, los que desde luego, todos se los ganaba. Y por qué escogiste las canciones de Rocío Durcal, le pregunté. “Porque es una cantante muy importante y se acomoda mucho a mi voz”, me dijo sin siquiera meditarlo, como una máquina automática de contestar preguntas.
Tengo que confesarles que me costó algo de trabajo abordarla, puesto que cuando le formulaba una pregunta, de pronto a mí se me olvidaban las limitaciones de ella por su niñez, y entonces empezaba a sacudir sus manitos como si las hubiera metido en agua caliente y a la vez como queriéndome decir: “barájemela más despacio”. Al mismo tiempo me dejaba ver la ausencia de sus dientecitos en una sonrisa obligada de nervios. Así hizo cuando le pregunté, Shaira ¿Tú sabías la magnitud de lo que estabas haciendo en el momento que te declaraban ganadora del concurso? Entonces sacudió sus manitos como pidiéndome auxilio, pero no obstante me dijo: “Yo estaba muy contenta de estar en el escenario porque desde cuando yo estaba pequeñita siempre soñé con estar en un escenario y ser reconocida por todo el mundo”. Siempre que yo le dirigía una pregunta, a pesar de que se ponía nerviosa por las respuestas que debía dar, me dejaba perplejo su facilidad de expresión. Tiene una vocalización perfecta de lingüista y un tono de voz que para su edad, es un prodigio de la naturaleza. Yo miraba a Shaira y no sé por qué persistía en mi mente la figura de Wolfang Amedeus Mozart, tal vez el genio más grande de la música. De golpe porque Mozart a sus siete años era ya director de orquesta en su tierra natal Salzburgo, y en Viena, en ese entonces capital del imperio Romano-Germánico, y Shaira a sus ocho diminutos años, la veía así por lo menudita, se tomaba a Colombia con ambas manos como un trofeo celestial por su proeza artística.
Me contó que aprendió a cantar en su casa pero que alimentó su vena artística en el kínder de la escuela pública allá en Barbosa donde participaba en todos los concursos y, los que desde luego, todos se los ganaba. Y por qué escogiste las canciones de Rocío Durcal, le pregunté. “Porque es una cantante muy importante y se acomoda mucho a mi voz”, me dijo sin siquiera meditarlo, como una máquina automática de contestar preguntas.
Estoy enterado de que tus compañeros de estudio te admiran
y te quieren mucho. Por decir algo, en los recreos ¿cantas para ellos? “No. No
porque ahora para cantar me toca con permiso del canal RCN”. Qué vas a hacer de
ahora en adelante Shairita, ¿Te gustaría estudiar? Pues yo voy a seguir con el
canal, pero me gusta mucho pintar y bailar. Claro que el canal me está dando
una beca y me gustaría estudiar música para aprender a tocas algunos
instrumentos. ¿Tú notas que te ha cambiado la vida? No, normal. Sólo que gané
el factor XS. Qué te decían en el canal ¿Que eras la mejor? Pues ellos me decían,
como eran argentinos, que cantaba muy bonito y los jurados me daban consejos
para que “no me vaya” a equivocar en las galas. ¿Es cierto que tu vida se
parece a la de la cantante Marbel? Es que ella cuando pequeñita también cantaba
una canción, Sola con mi soledad, que fue la que yo canté en mi segunda gala y
pues, Marbel recordaba mucho su niñez. Lo cierto es que me daba muchos consejos
antes de salir a cantar. Me echaba la bendición, me decía que muchos éxitos,
que te vaya bien y que no te vayas a equivocar. Yo cantaba una canción que le
gusta mucho a mí papá, Cómo me haces falta. Es una canción muy romántica.
LLEGADA A BARBOSA
¿Cómo fue tu llegada a Barbosa después del triunfo? Fue
muy bonita. Pues mi papá me decía que había mucha gente en el parque, que me
hacían mucha propaganda con unos afiches colgados en los árboles, que la gente
me estaba esperando y que había una orquesta tocando y habían puesto una
pantalla gigante. También me hicieron recibimiento en Tunja y en otros
pueblitos. Yo creo que sobra decirles que hablar con Shaira es un encanto. A mí
me tenía aburrido era su perro, o no sé de quién era el perro a la hora de la
verdad, pero este verraco no paró de ladrar casi durante todo el tiempo que
duró la entrevista y nadie le dijo nada. A estas alturas ya la niña estaba más
tranquila y con cada respuesta que daba, me dejaba más perplejo. Es que esa
niña destila ternura y, además, tiene un aura o un campo magnético propio de
los genios. Así pues, Shaira le demostró al Estado, e incluso a todos los
enemigos de la Paz, que pueden más las notas de una canción en los labios de
una niña casi todavía de tetero, que el ruido mortífero de las armas con las
que todos los días se hace la guerra y se mata gente. Y animales. Shaira les
enseñó a todos los niños de Colombia que el Arte, a pesar del abandono del
Estado, sí vale la pena.
Es que Shaira le enseñó al país que los artistas no son un estorbo, si no por el contrario, una esperanza de paz y de luz para un país del planeta salvaje que usted quiera escoger. Además, Shaira le mostró y le demostró al mundo entero, como Gabo, Patarroyo, Rodolfo Llinás, Botero, Shakira, Falcao y otras glorias del país, que los colombianos no sólo somos guerras y guerrillas y bacrines y delincuencia de camisa blanca, sino una raza de seres inteligentes con el alma y el cerebro llenos de sueños y de ilusiones. Y sobre todo, una cosa grande nos enseñó Shaira a sus escasos ocho años y sus dientecitos de leche: que todos los colombianos tenemos derecho a seguir viviendo así sea en la lontananza de nuestros propios ensueños. Que en Colombia se puede vivir en paz, así lo duden los amigos de la guerra, y así nos toque cantar y escribir poemas, cuentos y novelas sentados en un ladrillo en las esquinas de los parques o en las soledades oprobiosas de los cementerios. Es que la tarea de Shaira hecha con los niños de Colombia, desde su humilde clase social ganar el Factor XS, no la había hecho ningún gobernante ni ningún colombiano y por eso el nombre de ella estará escrito para siempre en los telones del tiempo.
Es que Shaira le enseñó al país que los artistas no son un estorbo, si no por el contrario, una esperanza de paz y de luz para un país del planeta salvaje que usted quiera escoger. Además, Shaira le mostró y le demostró al mundo entero, como Gabo, Patarroyo, Rodolfo Llinás, Botero, Shakira, Falcao y otras glorias del país, que los colombianos no sólo somos guerras y guerrillas y bacrines y delincuencia de camisa blanca, sino una raza de seres inteligentes con el alma y el cerebro llenos de sueños y de ilusiones. Y sobre todo, una cosa grande nos enseñó Shaira a sus escasos ocho años y sus dientecitos de leche: que todos los colombianos tenemos derecho a seguir viviendo así sea en la lontananza de nuestros propios ensueños. Que en Colombia se puede vivir en paz, así lo duden los amigos de la guerra, y así nos toque cantar y escribir poemas, cuentos y novelas sentados en un ladrillo en las esquinas de los parques o en las soledades oprobiosas de los cementerios. Es que la tarea de Shaira hecha con los niños de Colombia, desde su humilde clase social ganar el Factor XS, no la había hecho ningún gobernante ni ningún colombiano y por eso el nombre de ella estará escrito para siempre en los telones del tiempo.
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