La verdad llega al escenario
nacional para cambiar el libreto y transformar la realidad
Por: Prensa de, Pedagogía para la paz
Bogotá, D.C., oct. /2015
(Informe Especial)-. Gracias a las conversaciones de La Habana, la verdad
histórica ha sido llamada como protagonista principal al escenario de la
historia colombiana y su rol obligará a un cambio drástico en el libreto.
Drástico porque su dramaturgia
será la de un rompecabezas complejo y más grande que la realidad de las
noticias, las representaciones de las telenovelas y seriados y los imaginarios
aprendidos en el sistema educativo formal.
Y drástico también porque su narración requerirá un coro polifónico de
voces, muchos actores y actrices y
elementos escénicos desconocidos.
Los conversadores
Tal es el colofón de la
conversación entre Carolina Cuervo y sus colegas actores Nicolás Montero y
Julio Corredor con María Alejandra Villamizar, directora del Grupo de Pedagogía
para la Paz de la Presidencia de la República, en el sexto capítulo de
Conversemos en Paz, serie de Canal Institucional que se emite los domingos a
las ocho de la noche, con el auspicio de la Autoridad Nacional de Televisión
(ANTV).
El cambio de libreto
En diversos modos, acentos y
momentos, coinciden con el informe ‘Basta Ya’ del Centro de Memoria Histórica
en que requerimos relatos que tiendan
lazos entre el pasado y el presente, ajenos a
la memoria oficial e
institucional del conflicto, para abrir reflexiones y debates sociales y
políticos abiertos y para construir memoria con legitimidad social, en la
medida en que incorpore explícitamente diferencias, contradictores y posturas y
reconozca las responsabilidades de cada quién.
En general, el libreto ha sido
muy restringido porque no muestra el país más grande y complejo, sino el de
quienes se prestan a su manejo interesado, con visiones simples, ancladas a la
exacerbación de las emociones e, incluso, con escenificaciones e imaginarios
que no describen el núcleo de la realidad sino lo que se parece a ella o, peor
aún, lo que la niega.
Coherencia entre libreto y realidad
La concepción escénica –con la
verdad que ya no se asome por momentos sino que llega para quedarse– exigirá
creatividad, imaginación, fantasía, ficciones y confianza en la libertad de
pensamiento y en la creación propia.
Se requieren, dicen, para
desaprender informaciones erróneas, establecer conexiones entre el pasado y el
presente, derrumbar mitos sobre los nexos entre violencia y política,
identificar a todos los villanos, acabar la asimetría de las responsabilidades
o denunciar al Estado y a las élites gobernantes por resistirse a las reformas
que hubiesen evitado el origen, expansión y degradación del conflicto armado.
Se requieren, agregan, para
romper con la escisión entre lo que valoramos moralmente y lo que hacemos. Por
ejemplo, no matar, no robar y no mentir.
La verdad para transformar
La verdad se ha asomado, en
distintas épocas y coyunturas, gracias a la Academia y al periodismo, pero sin
quedarse en el escenario como un eje rector en la vida de la Nación. Lograrlo
será fruto de la conjunción de esfuerzos entre el Estado y la sociedad, con un
rol destacado del sistema educativo formal.
La verdad requiere ser sabida,
pero sobre todo contada por muchos porque, en ese ejercicio se genera la
comprensión de la realidad y se esclarecen las decisiones que deben ser
tomadas, en clave de futuro. No importa si llega por arriba, por abajo, por la
derecha o por la izquierda del escenario. Mejor antes que tarde, pero cuando
llegue, la verdad debe ser exhibida a todos.
En una ciudad como Berlín, por
ejemplo, en muchas esquinas nos cuentan qué pasó y cómo pasó. Después de
conocida la verdad, uno tiene la opción de actuar de una u otra manera y con
cierto sentido. Solo entonces empiezan a aflorar y a consolidarse nuevas bases
éticas de la sociedad.
Ahora bien. No basta oír, ver
o conocer la verdad. Cuando uno se ve obligado a contarla llega a tal grado de
comprensión de la verdad, que es inevitable que se transforme en posiciones
éticas. El reto es armar, entre todos, el rompecabezas grande y complejo de la
verdad. Entre todos porque es el único modo de resquebrajar el monopolio y
transformarla en alimento múltiple y revitalizador de la sociedad.
La verdad polifónica
Para que sea de todos, la
verdad debe ser contada por todos. En primer lugar por las víctimas que saben
bien quiénes fueron, qué hicieron y cómo
lo hicieron y nos dan claves para entender cómo actuamos o dejamos de actuar.
Ellas han preservado la verdad con estrategias de resiliencia y perdón y con
perspectiva de futuro.
Es hora de que nuestros oídos
empiecen a escuchar la verdad en boca de los victimarios y de que nuestras
tripas se acostumbren a oírla, por horrible que nos parezca. No puede ocultarse
que gracias a esa verdad hoy están en curso varios procesos judiciales y muchos
pueden abrirse en el futuro –algo inimaginable hace apenas pocos años–.
Preguntas
¿Qué temple tenemos para que
esa verdad nos transforme en la vida cotidiana y transforme las instituciones
que se requieren para que fluya y se quede entre nosotros?
¿Cómo pueden ser incorporada
la verdad histórica a la dramaturgia del conflicto, cómo va a cambiar la
estructura de la historia nacional, con qué acentos, con cuántas voces y
actores, con qué narrativas y libretos, con cuáles contextos y cuáles son sus
lugares en el escenario?
¿Cuántas nuevas obras, además
de las 1.300 que hoy están inventariadas, se requieren para que fluyan los
relatos desconocidos, los que sirven para saber quiénes somos, cómo somos y por
qué somos así?
¿Cuáles son las historias para
desnudar nuestras posturas éticas ante la verdad, alejarnos de lo obvio y exponerlas con humor a través
del arte, la música y las prácticas deportivas que permiten transformaciones
colectivas?
¿Cuál es la dramaturgia que
puede situarnos en el futuro, con la misma emotividad y militancia con la que
nos ponemos la camiseta de un equipo de fútbol de otro país, sin triunfalismos,
ávidos de perdón y reconciliación y dispuestos a valorar los acuerdos porque
reconocemos en ellos nuestro amor por la negociación y nuestro odio a la
guerra?
¿Cuáles son y cómo son las
puestas en escena que deja atrás la lógica de la guerra e instala la lógica de
la negociación permanente a todos nuestros conflictos?
¿Cuál es el libreto que
transforma las marchas del odio en cambios del modelo económico y de las
instituciones que muy rara vez representan los intereses del ciudadano del
común?
Medios de creación y cambio de
chip
Quizá estamos en la antesala
de un estado de transición en el que la gran utopía de los siglos XIX y XX, el
acceso a los medios de producción, ceda el lugar que se merece el acceso a los
medios de creación, a través de los cuales más seres humanos relatemos las
cosas que nos pasan. ¡Que el Estado lo entienda y se lo tome en serio!
Es falso que hayamos contado
demasiadas historias de narcos y violencias. Nadie ha hecho la gran historia.
Ni siquiera hemos empezado a contar bien la historia de las víctimas. Como
sociedad tenemos el reto de estimular la eclosión de historias que están
escondidas. Lo importante es que cada quien las cuente porque con todas ellas
se puede construir una masa crítica, con piezas narrativas que dejen de meter
pedacitos de la realidad para que se parezca a la realidad.
Demandamos piezas que metan el
dedo en la llaga y estimulen la creación y la crítica, sin que a sus autores
los maten. Sin restricciones a los creadores y con metodologías como a las que
quizá ha apelado Doris Salcedo para crear testimonios sobre procesos de
violencia, pero en todo caso, que involucren la emoción como un factor clave en
la comprensión de la realidad y la relación con la historia.
El arte no tiene en sí mismo
un rol pedagógico. Sin embargo, los artistas tienen el deber de explorar la
condición humana y de explorarla bien, poniendo toda su capacidad para
exhibirla realidad con un punto de vista y desde una postura ética, pues de ahí
emana el poder transformador del arte.
Adjunto el link del sexto
capítulo del programa, “Conversemos en Paz”.
Fuente: Yenny Consuelo Arévalo
Hernández
Dirección para la Estrategia
de Comunicaciones
Tel: (571) 5629300, Ext. 2791
- 3528
Carrera 8 No 7 - 26, Bogotá
D.C., Colombia.
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