El Plan
Nacional de Manejo de Aguas Residuales Municipales dio a conocer cuáles son las
cuencas hídricas más contaminadas de nuestro país.
El río Bogotá
es el que más genera preocupación y aunque se encuentra en descontaminación
desde hace ocho años, no se ha logrado el objetivo. Le sigue el rio Chicamocha,
que centra su mayor contaminación en el trayecto de Tunja a Tuta. El tercero es
el río Medellín, del que se atribuye su contaminación en mayor medida a las
acciones de empresas comerciales e industriales. También está el río Cauca, en
el que se han identificado picos de turbiedad que superan 10 mil unidades
nefelométricas. Luego está el río Suárez, que se origina entre los
departamentos de Boyacá y Cundinamarca.
¿Qué está pasando?
Aunque
Colombia es el segundo país latinoamericano con reservas de agua dulce más
importantes, ya que cuenta con 2.132 kilómetros cúbicos gracias a sus
seis nevados, más de 48.000 humedales (entre lagos, lagunas, ciénagas,
arrecifes y estuarios, entre otros) y los aproximadamente 50 ríos que tiene, el
agua apta para el consumo humano es cada vez menor y se presenta un alto índice
de estrés hídrico, es decir, se extrae más agua dulce de la que hay disponible.
Muchos de
estos ríos han estado en riesgo históricamente al enfrentar graves problemas
que no han sido tratados de raíz, por tener un deficiente o inexistente
ordenamiento territorial y ambiental. Por este panorama, siete ríos han sido
declarados sujetos de derechos en Colombia: Atrato, Cauca, Magdalena, Quindío,
Combeima, Cocora y Coello, como un llamado ante la grave situación que
enfrentan.Río Magdalena
¿Cuáles son las
amenazas invisibles que enfrentan los ríos?
Existe una
lista de amenazas que son graves, pero no tan visibles, y que representan un
riesgo al impactar cada vez más las aguas y dañar los ecosistemas, ocasionando
un desajuste entre la disponibilidad, la demanda, la cantidad y la calidad de
agua dulce. Ramón Gabriel Aguilar, docente de la Tecnología en Gestión
Ambiental del Politécnico Grancolombiano, explicó algunas de ellas:
“La principal
problemática que tenemos en Colombia es que no comprendemos que los ríos son
parte fundamental del crecimiento humano, se relacionan con los ecosistemas
estratégicos desde su nacimiento, con nuestros páramos, con los humedales, con
los acuíferos, con el ciclo hidrogeológico y con los océanos”, analiza. En este
sentido, si son destruidos los ecosistemas estratégicos, se destruyen las
cuencas hidrográficas y a la vez los ríos.
El segundo
factor que el docente relaciona es la contaminación química, que está
asociada a actividades extractivas como la minería y que contamina no solo los
ríos, sino también los suelos, el aire, e inclusive los peces que son
consumidos por las personas. Por ejemplo, el río Nechí, cerca de su
desembocadura en el río Cauca, es reconocido como un punto caliente de
contaminación que se desarrolla de manera intensiva en esta zona y que libera
grandes cantidades de mercurio y hierro.
Adicionalmente,
están los 2133 incidentes y derrames de hidrocarburos que se han presentado en
el país entre 2015 y junio de 2022, según la Autoridad Nacional de Licencias
Ambientales (ANLA). Esto fue comprobado gracias a expertos que analizaron las
aguas de los ríos, sus lechos y los peces, al sospechar que un grupo de metales
conocidos como elementos potencialmente tóxicos estaban causando consecuencias
graves.
Algunas obras
también afectan drásticamente el caudal de los ríos, además de tener un fuerte
impacto sobre el ambiente, ya que utilizan recursos renovables y no renovables
en grandes cantidades, propician emisiones de CO₂, vierten residuos tóxicos en
los ríos y limitan los procesos naturales de los animales acuáticos.
Por la misma
línea está la sobrepesca o extracción de recursos pesqueros, lo que ha
ocasionado que en los caudales de los ríos no haya peces de consumo ni
ornamentales, que son el principal recurso alimenticio y económico para muchas
comunidades en el país. Además, las especies invasoras, como peces o
crustáceos, son un gran peligro al ser introducidos en ríos que no son su
hábitat natural, transformando la estructura y causando la extinción de
especies autóctonas, siendo amenaza latente para el equilibrio ecológico.
El cambio
climático impacta de gran manera los ecosistemas de agua dulce debido a las
altas temperaturas en el agua y el aire, la estacionalidad, cambios en la
recarga de aguas subterráneas y la intensidad de la lluvia, que han ocasionado
mayor daño a la biodiversidad y las comunidades al agotar este recurso, lo que
trae como consecuencia la desertificación o, por el contrario, las
inundaciones.
De otro lado, aproximadamente 9 mil toneladas de materia orgánica contaminante en muchos casos terminan siendo arrojada en los cauces de los ríos, así como las aguas residuales que llegan como si estos fueran el sistema de alcantarillado. El 90 % de los contaminantes es transportado por los ríos al mar. Por ejemplo, el Magdalena es uno de los 20 ríos del mundo que más le lleva plásticos a los mares.
No se puede
olvidar que en este país se pierde cada año alrededor de 172.000 hectáreas de
bosque por la deforestación, lo que trae como consecuencia la aceleración del
calentamiento global, aumento de la temperatura y la pérdida de biodiversidad.
Es por eso que cuando los bosques aledaños a los ríos desaparecen, estas
fuentes hídricas también se ven afectadas y poco a poco tienden a secarse.
A esto se le
agrega el tráfico ilícito, la falta de protección de ecosistemas estratégicos,
la falta de gestión y protección de las cuencas hídricas y la agricultura
insostenible.
¿Cómo se debería
hacer frente a estas problemáticas?
“En primer
lugar, es importante que los colombianos comprendan que los ríos son corrientes
de agua natural que desembocan en diferentes lugares, ya sean lagos, quebradas,
afluentes o arroyos, los cuales siguen su camino hasta llegar finalmente al
mar. Es por ello que evitar que se contaminen es literalmente vital”, afirma el
docente del Politécnico Grancolombiano.
Para tratar
este problema histórico, debe existir articulación entre las distintas
entidades, pero a su vez se necesitan nuevas y estrictas regulaciones a las
entidades públicas para que den soluciones a problemáticas como la minería y la
deforestación del bosque que influyen en la degradación ambiental crónica que
padecen los ríos. Además, se necesita una correcta gestión de la información,
suministro de datos y elementos esenciales necesarios para tomar decisiones
informadas y transparentes.
Y en cuanto a
la población colombiana, se requiere de una serie de acciones y programas
educativos enfocados en la sensibilización ambiental, que generen un cambio de
comportamiento que apoye los objetivos de acceso y beneficios equitativos
sostenibles para la sociedad, a partir del uso del agua.
Fuente: Laura
Ximena Orjuela
Jefe de
Prensa
Ajuste de contenido y diagramación: bersoahoy.co
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