Las Naciones
Unidas establecieron el 17 de junio como el día Mundial de Lucha contra la
Desertificación y la Sequía en 1994, una jornada para concienciar a la
humanidad sobre los devastadores efectos que estos dos fenómenos tienen en el
medio ambiente y en la supervivencia humana.
Lamentablemente
este día recuerda un éxodo masivo que provoca las áreas desérticas progresivas
que aumentan cada año por la acción humana, la escasez de agua y la lucha por
suelos fértiles que provocan conflictos sociales y desplazamiento en todo el
mundo. Irónicamente enfatiza los resultados de los conflictos africanos y
latinoamericanos por áreas de cultivo, por el agua y por el suelo cada vez más
degradado por acciones antrópicas.
Ramon Gabriel
Aguilar, Docente tecnología en Gestión
Ambiental del Politécnico Grancolombiano, analiza el actual panorama de esta
problemática que afecta a todo el mundo: “La desertificación degrada el
potencial natural de los suelos especialmente cuando hay procesos de
deforestación o perdida de la capa fértil. El suelo se empobrece, su productividad,
biodiversidad y capacidad de regeneración disminuyen a ritmos alarmantes. Los
factores climáticos y humanos como el sobrepastoreo, la sobreexplotación, la
deforestación y los sistemas de riego insostenibles o perjudiciales para el
medio ambiente contribuyen a este proceso tan alarmante que está incluido en la
Agenda 2030 del Desarrollo Sostenible, dependen del hambre cero y del fin de la
pobreza”.
Hace
referencia a lo que sucede en los países menos desarrollados como África y
América Latina, donde hay más éxodo por la desertificación, afirmando que se da
principalmente por actividades mineras y destrucción de ecosistemas
estratégicos claves para la sostenibilidad y resiliencia. “Cada vez es más
común ver los animales desnutridos, territorios enteros contaminados con
químicos con un olor nauseabundo por las aguas estancadas. Este es el caso de
Zimbabue, donde el tantalio que consumimos en nuestros celulares es la
desgracia de poblaciones en la esclavitud tecnológica y extracción de minerales
raros”.
La deforestación
por acción humana causa la desertificación y la erosión del suelo, se pierden
elementos vitales como los minerales y los nutrientes necesarios para la
fertilidad biótica. Sin estos, las personas no pueden cultivar, la gente pierde
su base de producción agrícola, su fuente de alimentos e ingresos, incluso todo
su medio de vida. La conservación de los recursos hídricos y la promoción de la
agricultura y la silvicultura sostenibles en las zonas afectadas, son bases de
la ley de acción climática, la ganadería sostenible y la preservación de los
ecosistemas estratégicos.
Sin embargo, para el docente Aguilar, las estrategias sustentables por medio de los ODS están quedando cortas frente a la adversidad social, enajenada por la devastación de áreas fértiles, donde los ciclos naturales se ven cercados por la destrucción de ecosistemas estratégicos, como selvas húmedas, manglares, humedales y páramos.
Y es que los
datos son muy preocupantes. Aproximadamente un tercio de las áreas protegidas
son deforestadas para productos madereros y extracción de minerales. Millones
de personas sufren las consecuencias ecológicas, económicas y sociales de la
desertificación y la erosión del suelo. La desertificación está vinculada a la
pobreza de los habitantes de las regiones afectadas, especialmente en América
Latina y África. Para sobrevivir, las comunidades no tienen más remedio que
sobreexplotar el suelo y muchas veces los alimentos están contaminados con
metales pesados. La corrupción y la tenencia de la tierra hacen que zonas
protegidas como ecosistemas estratégicos, sean destinados a la minería,
pastoreo y monocultivos.
En Colombia
las acciones deben ser concretas. La Ley de Acción Climática, articulada con la
Agenda 2030 y los ODS, busca la descarbonización a 2050, reducir las emisiones
por medio de políticas que controlen la deforestación y metas del país para el
control de actividades contaminantes en los sectores como la minería, actividad
pecuaria y agricultura intensiva. Otra ley del 2021 que marcará el seguimiento
en la lucha contra la desertificación es la Política para la Ganadería Bovina
Sostenible, que garantiza el control de los efectos de la actividad ganadera y
la cohesiona con los sistemas de control nacional que buscan reducir la
deforestación y la destrucción de zonas de importancia únicas en Colombia, como
la política de control de la deforestación en áreas protegidas como zonas de
parques naturales, santuarios de flora y fauna, área natural única, reserva
natural y vía única.
“La
resiliencia climática que los ecosistemas estratégicos afrontan frente a la
acción humana será clave para detener el proceso de desertificación y sequía
que estamos afrontando en los territorios. La ley de ‘áreas de vida’ que
promueve la obligatoriedad para las empresas de sembrar especies endémicas para
la restauración ecológica, serán insuficientes si no se controla la minería
ilegal, los cultivos ilícitos y la deforestación”, agregó el docente Aguilar.
Fuente: Jefatura
de Prensa POLI.
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