-“Es posible que un día de
estos las FARC no nos encuentren en la mesa de La Habana”. De la Calle revela
que, antes de firmar un acuerdo de paz, el Gobierno podría aceptar un cese
bilateral del fuego, “si es serio, definitivo y verificable”. “El proceso está
en su peor momento desde que empezamos”. El Papa Francisco podría participar en
la Comisión de la Verdad”. “La paciencia de los colombianos se está agotando”.
Por Juan Gossaín
Bogotá, 5 jul, (SIG).
Ha llegado la hora de hacerle un balance sincero a las negociaciones de
paz entre el Gobierno y las FARC.
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Humberto de la Calle |
Desde septiembre del 2012,
cuando se iniciaron las conversaciones, el país ha ido pasando de la ilusión al
desencanto y de la esperanza a la frustración. Se ha vuelto tan grande esa
desconfianza que en este momento, según la última encuesta, menos de la mitad
de los colombianos respalda una solución negociada del conflicto. En cambio,
más de la mitad prefiere una solución militar.
No nos engañemos: en los
últimos años ha habido tantos diálogos fallidos, y tantos sueños perdidos, que
la gente se ha vuelto desconfiada. La han vuelto, mejor dicho. Es por eso que
le propongo al jefe negociador, Humberto de la Calle, que nos sentemos a
conversar francamente. Con crudeza, si fuese necesario.
El país está exigiendo que le
cuenten la verdad. Yo sé que con De la Calle eso es posible porque lo conozco
bien desde que trabajamos juntos en la radio. Es el mismo hombre que hace
veinte años renunció sin titubeos a la vice-presidencia de la República, por
razones de integridad y de honor. De la Calle contesta que sí, a pesar de su
carácter refractario a las entrevistas, pero me pone una condición: que yo le
ceda nuestra charla a todos los periódicos que quieran publicarla, grandes o
pequeños, y que se comprometan a hacerlo de manera simultánea, el mismo día,
juntos, sin excluir a nadie.
No tuve que pensarlo mucho:
acepté, también de buena gana, porque me parece que es un pequeño ejemplo de
desprendimiento, de solidaridad y unión, que los periodistas podemos ofrecerle
al país en estos momentos tan cruciales. Al fin y al cabo, ninguna primicia es
más importante que la paz de Colombia.
“Esto se está acabando”
--Llevamos casi tres años en estas negociaciones –le pregunto--. ¿Cuánto
más va a durar?
--Poco –responde sin
vacilar--. No soy capaz de darle un plazo porque esa es la pregunta del millón
de dólares, pero sí me parece claro que el proceso está llegando a su fin, por
bien o por mal. Sea porque logremos un acuerdo, ya que estamos trabajando en la
recta final de los temas de fondo. O por mal, si, como está ocurriendo, la paciencia
de los colombianos se agota. El riesgo es real. Yo sí quiero decirles a las
FARC con toda seriedad: “Esto se puede acabar. Algún día es probable que no nos
encuentren en la mesa de La Habana”.
Realmente lo que está
ocurriendo es insoportable para los colombianos.
--La cruda verdad es que los
colombianos no creen en el proceso de paz. Las encuestas acaban de revelar que
lo respalda menos de la mitad del país. ¿A qué atribuye usted ese sentimiento?
--Es completamente lógico. Es
producto de lo que ha ocurrido en los últimos días. A partir de la muerte de
los soldados en el Cauca viene una oleada de destrucción de la infraestructura
nacional, con impactos terribles sobre la población civil. Una ciudad como
Tumaco, de 160 mil habitantes, se queda 45días sin acueducto. Todos los caños
del suroccidente del país inundados de petróleo con un daño ecológico cuya
recuperación tardará décadas. Los campesinos y pescadores del Pacífico no
pueden trabajar. Lo que tenemos, en fin, es una oleada que afecta a los
ciudadanos.
El peor momento
--La pregunta más elemental que se hace la gente es esta: si las
negociaciones van bien, ¿por qué las FARC no dan muestras de buena voluntad?
--Las FARC están equivocadas
contra toda lógica y evidencia. El problema de las FARC no es con el Ejército,
ni con los derechistas, ni con los que ellos llaman “la oligarquía”. Es con la
gente, porque es a la gente a quien están afectando. Es lógico que la gente
haya caído al nivel más bajo del escepticismo. Por eso cunde la desesperanza. Y
nosotros tenemos que tener la honestidad de decirles a los colombianos que el
proceso de paz está en el peor momento desde que iniciamos las conversaciones.
--¿Y usted espera que las FARC cambien de actitud?
--Yo espero que sí, aunque
haya voces internas de las FARC como la de un señor Aldecoa, quien dice que
seguirán los atentados. Eso realmente es una locura. El camino que han escogido
las FARC es insostenible para ellos. Yo confío en que seamos capaces de
recuperar la serenidad. Este noes momento de retórica sino de las decisiones de
fondo. El caucho de las palabras ya no estira más. Nosotros seguimos buscando
un acuerdo a través de la esperanza. Las FARC tienen que entender eso. ¿Usted
cree que si esto fracasa va a haber otro gobierno que reemprenda conversaciones
con ese grupo? A las FARC también se les agota su tiempo militar y su tiempo
histórico.
Así sería el sistema de
justicia
--¿Por qué está estancado el tema de la justicia que se aplicaría a las
FARC?
--Porque ahora no es lo mismo
que en las negociaciones que se hacían antes. Ahora existen el Tribunal de Roma
y la Corte Interamericana, la legislación interna también ha cambiado, hay
fallos de nuestra Corte Constitucional según los cuales no se puede suspender
la totalidad de las penas. Pero, además, el país exige justicia sin amnistías
generales. Eso no lo vamos a hacer. Y están las víctimas, que merecen justicia.
Por eso es el territorio más difícil de la negociación. Las FARC tienen que
asumir las responsabilidades de sus actos. El Estado también, naturalmente.
--Explíqueme, en términos
elementales, qué es la justicia transicional que ustedes le plantearon a las
FARC.
--Lo que hemos dicho en la
mesa es lo siguiente: a partir del marco jurídico para la paz, existe la
posibilidad de seleccionar, en primer lugar, los hechos más graves, para que
sirvan como patrón o referencia: una masacre, secuestros, violencia sexual. Una
comisión independiente hace esa selección que le sería entregada a la Fiscalía
para que escoja quiénes fueron los que cometieron esos delitos que tienen
carácter internacional. Lo que se busca es limitar la acción penal a ese tipo
de delitos y a sus máximos responsables. A ellos se les aplicaría la misma pena
que dictan las leyes vigentes, pero que
podría reducirse a una pena alternativa que se pague en condiciones de
dignidad, sin rejas ni piyamas rayadas. Pero hay que asumir las consecuencias
judiciales de los actos, reparar a las víctimas y dar garantías de no
repetición. Eso es lo que hemos llamado “justicia transicional” que ya las
FARC, en un paso que les reconozco, han dicho que están dispuestos a aceptar un
sistema de justicia que tenga esos componentesLa propuesta de Uribe y la
extradición
--Sobre ese tema, el
expresidente Uribe Vélez ha planteado unas “zonas rurales de concentración”
para recluir guerrilleros condenados, sin que entreguen sus armas. ¿Usted considera
viable esa propuesta?
--Me parece sumamente
constructiva. Y creo que el ex presidente Uribe tiene razón. Se puede discutir
si es oportuna, pero la idea que uno tiene para acabar el conflicto es que síes
necesario y realista promover esas zonas de concentración, que pueden ser para
gente temporalmente armada que se someta a un proceso de dejación de armas, que
es una condición esencial para que haya acuerdo y se reincorporen a la vida
civil.
--¿El Gobierno puede garantizarles a las FARC que no serán extraditados si
un juez de Estados Unidos los pide, por ejemplo, por narcotráfico?
--En Colombia quien finalmente
decide sobre extradiciones es el jefe del Estado. Tenemos que crear un marco,
derivado del un acuerdo de paz, que les demuestre a los demás países que se
trata de un acuerdo serio y respetable, legítimo, para que respeten lo acordado
y no entren en controversia con el país. Que, por el contrario, haya un apoyo
internacional a una paz duradera en Colombia, y que eso haga innecesarias las extradiciones.
Eso es posible lograrlo porque, aunque parezca una paradoja, el proceso ha
encontrado más apoyo afuera que aquí adentro. También es verdad que aquí es
donde sufrimos las consecuencias ¿Cese
bilateral del fuego?
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Humberto de la Calle |
--¿Ese tema de la justicia y las penas es lo que tiene bloqueado el
proceso?
--Solo en buena parte. También
hay una presión de las FARC para buscar un cese bilateral del fuego. Esa es su
prioridad. Nosotros hemos dicho: cese del fuego bilateral y definitivo, pero no
solo del fuego sino también de las hostilidades, la extorsión el narcotráfico.
Eso sí: en condiciones de seriedad y de verificación. Mi respuesta a las FARC
es: si lo que están buscando con estos atentados es un cese del fuego mal hecho
–como en el juego infantil llamado “estatua”, en que el otro tiene que quedarse
quieto--, no lo vamos a hacer. No habrá cese del fuego estatua. Entre otras
cosas porque aquí hay otras fuentes de violencia, distintas a las FARC, y no
podemos decirle a la fuerza pública que se esté quieta. Si quieren un cese del
fuego, el Gobierno está dispuesto a anticiparlo, para lo cual son fundamentales las zonas de
concentración. Ese es el camino.
--¿Pero, entonces, el Gobierno está dispuesto a aceptar un cese bilateral
del fuego antes de firmar el acuerdo de paz?
--Esa pregunta nos lleva a un
punto crítico y esencial. Al principio la posición del Gobierno era que el
cese del fuego solo ocurriría con el
acuerdo. En ese punto hemos cambiado. Estamos dispuestos a aceptar un cese del
fuego, aún antes de la firma de un acuerdo, en la medida en que sea serio,
bilateral, definitivo y verificable, siempre y cuando tengamos la garantía de
que ellos asumen su responsabilidad en materia judicial y verificación nacional
e internacional. Que no conviertan esto en una especie de payasada. Las
experiencias del pasado, en esa materia, son pésimas.
--¿No es una exageración que el presidente Santos haya ido a Europa a
decir, textualmente, que “en Colombia el postconflicto prácticamente ya
empezó”? ¿Postconflicto con esto que está pasando?
Postconflicto y respuesta al Procurador
--Eso quiere decir varias
cosas. Primero, que hay zonas de verdadera paz en Colombia. Segundo, y aunque
haya gente que no lo cree, todas las cifras de seguridad han mejorado en
Colombia. La reducción del homicidio este año es histórica: 443 muertes menos
que el año pasado. O sea que estamos en una tasa del 26 por ciento por cada
cien mil habitantes, lo cual no es una maravilla, ni este es el paraíso, pero
el descenso es dramático. Hay 470 municipios donde no se han presentado
homicidios este año. En este momento tenemos la tasa de secuestros más baja
delos últimos catorce años, ya que de 3.706 secuestros hemos llegado a 88. No
es que yo diga que tenemos que aplaudir, pero la situación es muy distinta. Es
a eso a lo que se estaba refiriendo el presidente.
--Hablemos de la Comisión de la Verdad. El procurador Ordóñez ha dicho
que fue hecha “a la medida de las FARC” y que, en consecuencia, no será una
comisión que trabaje con la verdad de las víctimas sino de los victimarios.
--Si queremos dar el paso a una
paz duradera, la verdad es un ingrediente necesario, como la justicia y la
reparación. Es con todas las realidades, las macabras acciones delas FARC pero
también las de otros agentes, incluso del Estado, hay que reconocerlo. En el
mundo de hoy no es posible hacer una paz sin la verdad. Porque el centro de
esto, y el ancla, son las víctimas. En 1991 intentamos hacerlo sin que
aparecieran las víctimas, y ahora estamos pagando ese error. La gente humilde
me agarra del brazo, angustiada, y me dice: “Doctor, ¿qué pasó con mi hijo o
con mi padre?”. Y me dicen que, más que reparaciones económicas, lo que quieren
es saber la verdad.
El Papa y la verdad
--¿Y cómo se escogerían esos comisionados?
--Primero se crea un grupo de
seleccionadores, de los cuales seis serán convenidos por las partes.(Eso es lo
que irrita a algunos). Y luego tres seleccionadores más, escogidos por
instituciones o personas de reputación internacional, como el Papa o las
Naciones Unidas. Estamos hablando de gente de ese tamaño. Entre todos ellos,
escogerán a nueve comisionados integérrimos, independientes y honestos que
juzguen todas las verdades. Lo que no funciona, precisamente, es que haya
verdad oficial. A eso nos oponemos. Comprendo que, mientras en el exterior
aplauden ese proyecto, aquí haya personas que creen que eso es una trampa y que
no va a funcionar.
--A propósito de víctimas y
reparaciones: se han entablado hasta ahora más de 22 mil demandas por despojo
de tierras. ¿Usted cree que sí habrá una auténtica restitución?
--Creo que sí. Ya se habla de
22 mil hectáreas que están a punto de ser recuperadas en los Llanos Orientales.
Parece una paradoja, pero, hablando con el director del Incoder, me decía que a
veces lo que impide la reparación es el propio conflicto. Hay zonas donde no
pueden entrar ni los jueces ni nadie. Si hay un final del conflicto, lo primero
que se acelera es la estabilización del
campo. Tenemos que restablecer las zonas rurales. El jovencito que mata a alguien
en la ciudad, para robarse un celular, puede ser el hijo de un desplazado. Por
eso el eslabón de la cadena de violencia comienza allá pero termina afectando a
todos los colombianos.
“El estado ya ganó la guerra
estratégica”
--Militarmente hablando, ¿en qué situación están las FARC?
--El predominio militar del
Estado es indiscutible. En estas encuestas recientes veo que el respaldo a la
opción militar vuelve a subir. Eso debería preocupar a las FARC porque no había
ocurrido así en los últimos quince años. Pero eso es desconocer que la guerra
estratégica ya terminó y que el Estado la ganó. Lo que queda es una resaca
táctica que puede durar mucho tiempo y ser muy dolorosa. Ponerle una bomba al
oleoducto es muy simple. Eso afecta a los civiles, pero no tiene ningún efecto
militar.
--Y, entonces, ¿por qué las FARC siguen en esas?
--Porque, a pesar de esa
realidad, las FARC llegan a la mesa casi con la obligación de decir “no hemos
sido derrotados”. Las FARC están luchando ahora con su propia identidad como
grupo, con su futuro, con la historia, “cómo nos van a ver dentro de cien
años”. Perdieron la guerra, pero
insisten en su condición de rebeldes porque dicen que no pueden echar
por la borda cincuenta años de lucha.
Las FARC como partido político
--¿Cómo serían las FARC sin armas?
--Ahí sí, desarmados, que
sigan dándole manivela a su ideología. A nosotros no nos asusta eso. Que
entren, con garantías, a hacer política en medio del respeto de los colombianos
y de ellos hacia los colombianos.
--¿Unas curules para las FARC
en el Congreso, sin necesidad de que participen en elecciones?
--Yo sé que los ciudadanos
piensan eso. Yo tengo que ser totalmente honesto y decirles, así me lluevan
tomates, que en una primera etapa, netamente transitoria, el Estado y el país
tienen que abrir la mente a la participación de las FARC como partido político
desarmado. Tienen que abrirse dignamente las puertas políticas para las FARC.
Más allá de si hay curules o no --porque eso habrá que discutirlo--,creo que los
colombianos tenemos que prepararnos para obrar con generosidad en ese momento.
Las FARC han sido el elemento más conservador de la vida política colombiana.
Cincuenta años de violencia disolvieron prácticamente el movimiento sindical y
el estudiantil.
Epílogo
Todavía faltan muchos temas,
pero el tiempo es limitado. El espacio de los periódicos también. A la hora de
despedirnos siento la tentación de plantearle
algunos temas humanos relacionados con su propia vida. ¿Por qué se metió
en este berenjenal de dirigir la mesa de negociaciones?
Me dice que, cuando el
presidente Santos se lo propuso “ni siquiera lo pensé, que es lo que siempre
dice la gente: déjeme pensarlo. Esos obligaciones no se piensan. Le dije que
sí, y la que quedó perpleja fue mi familia, cuando les conté”.
Le pido que me diga de dónde
piensan sacar plata para financiar el postconflicto si el dólar está a2.600
pesos y el barril de petróleo apenas a 60 dólares. Entonces me contesta con una
ironía profunda, los famosos sarcasmos de De la Calle: “Por eso es quelas FARC
tenían que haber firmado el acuerdo de paz hace dos o tres años, cuando el
petróleo estaba a 110 dólares”.
¿Tiene ambiciones políticas para el futuro?
¿Cuál será ese futuro? Hace un gesto de desencanto. “Quedé curado de política
hace veinte años, cuando pasó lo que pasó y renuncié a la vice-presidencia.
Solo tengo una ambición para el futuro: vivir mis últimos años en paz.
Literalmente hablando”.